jueves, 20 de mayo de 2010

LA GENERACIÓN DEL 98 Y SU INFLUENCIA EN EL SIGLO XX


Tres fueron los personajes que más iban a influir en los acontecimientos que se iban a suceder a lo largo del siglo XX, tanto en lo social como en lo económico, en especial, gracias al estudio de la mente humana que tuvo como consecuencia el conocimiento de las razones de su comportamiento, merced a las averiguaciones sobre los hechos que le inducían a la realización de sus actos. Teorías que al no poder ser rebatidas de forma contundente, terminaron por aceptarse y en ellas encontrar qué es lo que inducía al ser humano a sus habituales reacciones dentro de la sociedad.

Sigmund Freud, con sus estudios sobre el psicoanálisis basado en la explicación de los sueños, encontró un simbolismo que delataba las acciones del hombre dentro del medio en que se relacionaba. Es lo que se llamó el racionalismo, básicamente fundamentado en la razón de sus actos y en sus efectos, y que posteriormente fue evolucionando de forma surrealista, de la que nuestro paisano Salvador Dalí fue un claro ejemplo.

Carlos Marx argumentó la necesidad del materialismo dialéctico abandonando el simbolismo, cuyas razones llevadas a la práctica no solucionaba la problemática existente en la sociedad del momento, ofertando como solución el marxismo por el que muchos lucharon convencidos de su éxito, pero que con el paso del siglo demostró su fracaso.

Y Albert Einstein, que con su teoría de la relatividad demostró que el factor tiempo era el que condicionaba las dificultades planteadas por la sociedad.

Y en este contexto de nuevas reflexiones para afrontar un nuevo siglo, los acontecimientos que sucedieron dieron aún un mayor empuje a su perentoria necesidad para su puesta en práctica.

Las pérdidas de las últimas colonias de ultramar, en especial la de Cuba por la derrota bélica ante EEUU, así como las islas de Puerto Rico y de las Filipinas, convulsionaron la vida española y su alcance supuso un grave quebranto en su economía, tanto en cuanto que la pérdida de confianza en la clase política, a la que se culpó del desastre al no haber aplicado las medidas necesarias para contentar a las que hasta ese momento eran consideradas como provincias españolas, convirtiéndose por ello y en muy poco tiempo en caldo de cultivo para quienes optaron por la violencia.

La llamada "generación del 98" tuvo su razón de ser, principalmente, en todos los acontecimientos de tan funestas consecuencias para la nación, y que si con anterioridad había sido considerada una potencia de primer orden, tras el paso del convulso siglo XIX había perdido toda su importancia internacional.

Desaparecido el sistema bipartidista con la muerte de quienes lo abanderaban, la del conservador Cánovas (asesinado) y la del liberal Sagasta, se agitó aún más la vida española y trajo la consecuencia de diferentes escisiones en ambos bandos con la creación de nuevos partidos políticos bajo el reinado de un joven rey, Alfonso XIII, incapaz de llevar el timón de la nación española.

El liderazgo del conservador Cánovas, lo trataron de reemplazar Silvela, Maura y De la Cierva, con sus correspondientes escisiones.

Ocurrió lo mismo en el bando liberal, en el que Moret, Canalejas y Romanones se enfrentaron para suceder a Sagasta.

Al mismo tiempo irrumpió en la vida política Pablo Iglesias, creando el Partido Socialista Obrero Español; así como la figura del radical Lerroux que alcanzo cierto arraigo popular. Igualmente emergieron los partidos nacionalistas, con Francisco Maciá y su Ezquerra Republicana; Cambó y la LLiga Regionalista, ésta de carácter conservador. En Vascongadas apareció el PNV de la mano de Sabino Arana; Blas Infante en Andalucía y el galleguismo de Castelao. En Valencia, la figura de Blasco Ibáñez aglutinó a los valencianos en torno al partido republicano, fundado por el genial novelista llamado a conseguir fama universal.

Si hasta ese momento los partidos se habían caracterizado por su política ideológica, se fue dando paso a los gobiernos de gestión como solución a la problemática de la crisis producida por el fracaso de la “restauración”, en la que en un principio habían existido fundadas esperanzas; sobre todo, habida cuenta de la situación de conflicto permanente con anterioridad al reinado de Alfonso XII, lo que aconsejó su vuelta para reconducir la situación de deterioro dada la proliferación de las llamadas guerras cantonales que una I República desnortada no supo reconducir.

Con el comienzo del siglo XX se fueron produciendo etapas con situaciones dispares:

1903-1914. Este periodo se caracterizó por el desmantelamiento de la Restauración y la desaparición de los partidos tradicionales.

1914-1919. Coincidiendo con la I Guerra Mundial en la que España fue neutral, al ser ésta la única nación productiva en Europa, ello representó un periodo de bonanza como proveedora de productor terminados a todo el continente, incluso de armas servidas a ambos bandos contendientes.

1917-1923. Significó un periodo de huelgas generales con la aparición del “pistolerismo”, al que se sumaron los conflictos laborales auspiciados por los socialistas y anarquistas, influidos en gran manera por el triunfo de la revolución bolchevique en Rusia.

1923-1929. El “golpe de Estado” de Primo de Rivera aceptado por Alfonso XIII, supuso en principio la desaparición de la violencia callejera, el final de la guerra de Marruecos y una política de obras públicas creadora de un gran número de puestos de trabajo, lo que hizo que la clase política se quedara fuera de juego.

El desastre de la pérdida de las últimas colonias españolas había causado un gran estupor en toda España, produciendo un estado de escepticismo y desencanto que caló hondo en todas las esferas de la vida española.

Alcanzó tan alto grado de contrariedad, que los intelectuales se vieron obligados a levantar el ánimo de los españoles recurriendo a la práctica de un necesario regeneracionismo, consistente en la tarea de españolizar Europa mediante la castellanización de España. Actitud basada, fundamentalmente, en la importancia histórica que había tenido Castilla, gracias a las grandes figuras que habían destacado en todos los campos del arte, y cuya producción artística ya formaba parte del patrimonio europeo.

A ello se dedicaron Unamuno con su "Por tierras de Portugal y España"; Valle Inclán; Machado con su “Campos de Castilla”; Azorín con su “Castilla”; Baroja, Galdós, Ramiro de Maeztu, etc. Sin olvidar al poeta catalán Juan Maravall, quien abundando en la nación española, decía exactamente “que España es más ancha que Castilla. Todos ellos, siendo autores periféricos, no tuvieron ninguna duda en glosar el pasado de Castilla que de forma desprendida tanto había contribuido a enaltecer a España en beneficio de Europa, pero pagando un alto precio, el de su empobrecimiento.