viernes, 27 de junio de 2008

LOS ALMOGÁVARES

El origen de los soldados almogávares es incierto: la milicia legendaria que tantos días de gloria diera a la Corona de Aragón. Nacidos para guerrear, se enfrentaron a las tropas moriscas no solo en tierras españolas, sino también en las griegas defendiendo a los bizantinos de la amenaza turca.

Se habla de su presencia a comienzos del siglo IX en el sitio de Barcelona, cuando Ludovico Pío recuperó la ciudad para el reino franco en la franja pirenaica conocida como la Marca Hispánica
, bajo dominio entonces de los reyes carolingios a los que los condes de Barcelona rindieron vasallaje. Sin embargo, otros, sitúan a los almogávares en los comienzos del siglo XIII, según cuenta el catalán Ramón Muntaner en sus famosas Crónicas. Y no solo como narrador directo de tan bravas batallas a las ordenes de Roger de Flor en la ciudad de Constantinopla para defenderla de los turcos, sino como partícipe directo y bravo guerrero de tan épicas gestas.

El nombre de almogávar, árabe, viene de una milicia (los almogárabes), algo salvajes ellos, quienes a las órdenes del caudillo Bahlul peleaban a favor de los cristianos en los años 801 y siguientes. Ramón Berenguer, al sitiar Lérida en el siglo XII en poder de los árabes, lo hizo ayudado por los almogárabes.

Componían sus tropas guerreros montañeses de Cataluña, Navarra y Aragón, a las que sus campañas por el Peloponeso se les sumarían soldados valencianos y mallorquines.

Gente pobre, valiente, robusta y acostumbrada a las privaciones, hacían del combate su única forma de vida, y utilizaban las pieles de animales como vestidos, protegían sus pies con abarcas de cuero y su yelmo era una red de hierro que les llegaba a la espalda. Y sus armas de ataque, junto el ¡Aur!, y el ¡desperta ferro!, las completaban mediante la espada y el venablo. Y como testigos de sus hazañas y afrentas, les acompañaban siempre sus esposas y sus hijos.

Los almogávares, auténticos monstruos de la valentía, lucharon en la guerra de Sicilia a favor de Jaime II, el rey Justo de la Corona de Aragón, que proclamado Rey de Sicilia los dirigió hacia el Oriente en defensa de los griegos bajo el mando de Roger de Flor, un bravo guerrero deseoso de aventuras de origen italiano, atendiendo a la petición del emperador bizantino Andrónico.

Por las tierras de Asia Menor, la actual Turquía, lograron grandes victorias, las que les permitieron alcanzar el poder en diversas ciudades, de cuyo mando se apropiaron frenando el avance del islam. De sus constantes triunfos, destacó el logrado con pocos más de 6.000 bravos soldados que se enfrentaron a un ejército de 30.000 turcos. En homenaje a su victoria, los almogávares desfilaron ante el Emperador por las calles de Constantinopla, siendo recibidos con todos los honores. Andrónico concedió a Roger de Flor diversos títulos, entre ellos el de Cesar, y le ofreció la mano de la hija del rey de Bulgaria, que también era su sobrina.

Sin embargo, Roger de Flor fue asesinado por los mismos bizantinos por la ambición y ansias de poder que en él se anidaban, siendo el hijo del Emperador el que indujo a la muerte del bravo jefe.
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Intentaron también acabar con las tropas almogávares, mas no lo consiguieron. Era tal la bravura de estos, aumentada aún más por el asesinato de su jefe en cobarde estratagema, que no sólo no lo lograron, sino que se vieron atacados al grito de ¡desperta ferro! al mando de Berenguer de Enteza y amenazados en sus propias tierras tracias y macedónicas en medio de una gran devastación, adueñándose los almogávares del Ducado de Atenas y de otros estados griegos en nombre de la Corona de Aragón.

Fue la conocida como la “Venganza Catalana” en cuyo nombre ha pasado a la historia la respuesta a la muerte del jefe de aquellos bravos y legendarios guerreros, que tantos lauros conquistaron alcanzando gran fama por su arrojo y por su valentía en el combate.